El látigo y la despedida

La corriente del viento llevó tus sueños,
Señor, infinitamente cruel es tu destino,
el purgatorio de ilusiones y el castigo
de una chiquilla de plumaje etéreo.

Destinos truncados por la realidad
que el mar se lleva a sus entrañas,
tu siempre quisiste ser locuaz
y la mirada de la despedida te engaña;

y aunque loca fue tu espera, grotesca,
y el camino pedregoso como una pared,
hubo un guiño hacia la piel verdadera
que el sentimiento se encargó de romper.

Del látigo que fuerte te hizo sentir
no quedan más que llagas en mi sien,
y la melodía que juntos aun podemos oír
es un espejismo de lo que hicimos bien.

Como gris es nuestra mirada,
vieja y fría esta nuestra palabra,
de amores que dejaron senderos
y sucumbieron ante los celos.

Sal de mi vida,
cual rosa lejana,
cual potestad,
cual luna creciente
que brilla en el alba.

Intenta bailar,
con lindos luceros,
con pasos ligeros,
con ese navegar
de fuertes veleros.

Y fatal es el presente que nos acompaña
junto a la esquina cuando descansas,
cuando la calle sigue callada y casta,
cuando la mañana está empezando a salir.

Puedes volver a germinar tus sueños
y que las palomas sean blancas de nuevo,
puedes cambiar tu papel en la historia
y ver de nuevo luz en tu memoria.

Pero ya no hay más caminos abiertos
que nos puedan volver a llevar,
el ayer es un lejano campo de minas,
de estepa que no se deja cruzar.

Si no lo puedes comprender,
intenta siquiera olvidar que existió,
vístete de largo, píntate y serénate;
convierte tu oscuridad en silencio.

Cuando te levantes cada madrugada,
no llores por lo que no siento yo,
no mires siempre la página marcada
del cuento que escribimos juntos.