Desde mi humilde blog quiero dar el más sentido pésame a su familia y amigos, así como a todo el Sevilla F.C., que pierden un magnífico futbolista de sólo 22 años, pero ante todo a una gran persona.
Antonio Puerta, descanse en paz.
Ya puede bajar el cielo a ras de suelo, llenarse de un solo intento mi bolsillo, nuevos retos y nuevos consuelos, nuevos amigos sin descuidar los viejos.
Tenue es el brillo de su mirada,
impregnado por un falso atardecer,
luces de occidente en cada jornada,
cuando la Luna se va y la esperanza también.
Un viejo borracho de color cercano,
bendice con eructos su poco saber,
el trago es amargo para los extraños
que de nuevo harán el viaje al revés.
Y la cara marchita el color de las flores,
que esperan ansiosas con los brazos abiertos
un abrazo sentido que pinte de colores,
los peligros pasados en los viejos cruceros.
Futuro constante de lucha de clases,
un problema, una cuestión sin fin…
pasado imperfecto y grotescos embarques,
lo más duro es que el mundo también gira sin ti.
¿Y si llega?, ¿qué puedo decir?,
que no es mejor una patera,
pero esta vida tampoco es vivir.
¿Y si muere?, ¿qué puedo decir?,
que ya tenemos otra alma en pena,
flotando en los mares de la emigración.
Del lloro al llanto hay un paso,
y el corazón quebranto, por no tenerte aquí,
en mil pedazos.
Del amor al caos, un pequeño paso,
se tuerce y se retuerce en cada suspiro,
como un alambre fino.
Del bien al mal, una pared los separa,
aunque no se más, puedo al fin asegurar,
que se pueden tocar.
Del rico al arruinado, solo un montón de billetes,
solo una limusina blanca o un hotel de carretera,
donde el dinero no da cuartel.
Del animalito al bicho hay un poco de prestigio,
y el estilo cambio, por intentar ser diferente,
y crío gusanos.
Del locuaz al loco, un vil informe médico,
y con soltura robo, guante negro de ratero,
mi futuro en libertad.
De la ausencia al desamparo, un amigo de por medio,
que pueda hacerte olvidar, solo alguna vez,
tu corazón tullido.
Del ruido al estruendo hay un nivel de trueno,
y cuando cierro los ojos, por no sentir,
ni siquiera siento.
Del hecho al dicho hay un abismo,
y el que diga que no, miente, o es político,
de gris uniforme.
Del principio al fin, un dulce paseo,
y el camino ruin, que circula por los descampados,
muere al intentarlo.
Esta es mi humilde presentación del disco "Pequeño" de Enrique Bunbury. Hablamos de ese artista maño que otrora fuera estrella mundial de rock y llega a 1999 con un disco bajo el brazo que parece haber sido escrito por otra persona totalmente diferente, por un genio escondido al que solo le quedaba demostrar todo lo que llevaba dentro para reposicionarse en el altar de la música y codearse con los más respetados del lugar, aquellos que tocaban en el bar de copas; el cambio bien podría compararse con pasar de conducir, loca y locuazmente, un Porsche a dar exquisitos paseos a bordo de un auténtico Bentley.
El disco empieza con la tranquila "Algo en común", un ambiente genial que destaca durante todo el disco, es el aperitivo para entrar en todo lo demás, dejándonos claro que en el fondo algo ha cambiado, como si estuviese realmente hablando con el Bunbury de Porsche: "¿Cómo preguntas si tenemos algo en común?". El siguiente corte, "Infinito", viene de la mano con la frase "dar en el clavo", y es que los primeros sonidos de los tambores ya nos hacen ver que estamos ante algo distinto y nuestros oídos ya no van ha hacer caso a otra cosa que no sea escuchar con atención la hermosa historia de ese amor que se va y no vuelve, recordando con estremecedora ternura los momentos más bellos y haciendo gala de una enorme sinceridad. La canción fue éxito absoluto y quedará en la historia para siempre, pero llegaba seguida de otro disparo certero al corazón, de quien lo tenga, "El Extranjero" es otra joya del disco en el que trata de la mejor forma que recuerde ahora mismo los problemas del sentimiento patrio y de la emigración, en el que nos convence a todos que las diferencias son inútiles y que viajamos juntos en el mismo barco; musicalmente se trata de una preciosa canción en la que se alternan violines y piano, hasta que los trombones se adueñan del estribillo y parecen ser las bocinas del barco lleno de españoles que llegaba hace cincuenta año a algún puerto de la costa de Argentina. La siguiente parada, " Solo si me perdonas" nos lleva de nuevo al amor-desamor, pidiendo perdón de tal forma que a cualquier persona se le ablandaría el corazón, la canción comienza con una estrofa impresionante, que nos deja claras las intenciones: